Un reciente estudio encuentra una relación cercana entre la exposición al ruido urbano y enfermedades como la demencia.
Más de la mitad de la población mundial vive ya en grandes ciudades y la tendencia va en aumento. La especie humana actual está más acostumbrada a hacer su vida entre coches y edificios que en plena naturaleza salvaje. Este modo de vida tiene muchas ventajas y beneficios, el problema es que normalizamos el ruido urbano hasta el punto de considerarlo normal cuando es excesivo.
El estudio publicado por la asociación estadounidense Alzheimer & Dementia sugiere que una larga exposición al ruido, puede aumentar el riesgo de contraer enfermedades degenerativas como el Alzheimer y acelerar el deterioro cognitivo.
¿Qué es el ruido urbano?
El concepto de ruido urbano se refiere principalmente al provocado por coches, trenes, transportes urbanos, transporte aéreo, la construcción y la industria. Todos estos sonidos se consideran contaminación acústica y su efecto perjudicial para la salud dependerá de la cercanía a la fuente del ruido y de otros muchos factores.
La investigación recogió datos sobre la fecha de nacimiento, el sexo, la educación, la etnia de origen, los ingresos familiares, el consumo de alcohol y otras drogas, y la frecuencia con la que los voluntarios sometidos a análisis practicaban actividad física. De este estudio, se extrajeron dos conclusiones principales: las personas de edad avanzada son las más propensas a desarrollar trastornos producidos por el exceso de ruido, pero también se comprobó que los niños corren un mayor riesgo de sufrir retrasos en el desarrollo.
En este sentido, el aprendizaje de los niños puede verse afectado o retardado debido al contacto con el ruido de la comunidad. Además de déficits en el aprendizaje, varios estudios afirman que los ruidos elevados pueden afectar al comportamiento, la agresividad y el carácter de los niños. De las personas adultas que participaron en el estudio se encontró una correlación entre una exposición prolongada al ruido urbano y el aumento de la frecuencia cardíaca, la vasoconstricción periférica, la resistencia vascular periférica, así como un elevado riesgo de hipertensión y de mortalidad por infarto de miocardio.
Hay que tener en cuenta que la investigación no contempla otros factores como el material de las viviendas de los encuestados -del que dependerá en gran medida el ruido que se cuela dentro de las casas- ni los ruidos durante la noche.
A pesar de que el estudio sólo consideró el ruido diurno, el ruido nocturno puede interrumpir el sueño y hacer que sea más difícil que el cuerpo entre en el estado de relajación necesario para que se cumplan todas las fases del sueño.
Por otra parte, los ingresos familiares también pueden ser un dato determinante para el desarrollo del Alzheimer o los trastornos cognitivos. Según los resultados del estudio, los participantes que experimentaban niveles de ruido más altos en su día a día, solían vivir en barrios con una posición socioeconómica más humilde.
Tristemente, las familias con ingresos altos tienden a vivir en barrios más tranquilos y alejados de los grandes núcleos poblacionales. Por el contrario, las familias con pocos recursos y bajos ingresos económicos suelen vivir en zonas con una alta densidad de población, más cerca de autopistas y expuestos a todo tipo de contaminación atmosférica.
Evidentemente, estas conclusiones no son absolutas y dependerán de las costumbres locales de cada país. Salta a la vista que una persona que viva en la Gran Vía de Madrid, tendrá una gran exposición al ruido urbano, por muy elevada que sea su posición económica. Necesitamos atajar el problema del ruido no sólo en el centro de las ciudades, sino también en la periferia, en los barrios, en las escuelas, en las zonas de ocio y en las zonas industriales. Esta será la única manera de solucionar el conflicto sin hacer distinciones sociales ofensivas.
En cualquier caso, el estudio desvela una relación entre la exposición al ruido y la demencia. Por lo tanto, es evidente que la reducción del ruido en las ciudades puede ser un camino muy efectivo para frenar la expansión de estas enfermedades en el futuro.
Contra el ruido urbano: ciudades silenciosas
La contaminación acústica ya se considera un problema de salud grave y muchos gobiernos están considerando medidas para combatirla. Algunas ciudades como Ginebra (Suiza), París (Francia) o Mumbai (India) ya han hecho sus primeros experimentos para reducir el ruido urbano instalando radares de control en los puntos más ruidosos y concurridos de las ciudades.
Si esta medida resulta efectiva es posible que las multas por exceso de ruido sean una realidad muy pronto.
A raíz de la pandemia del covid-19 también se ha experimentado con otras medidas que ayudan a reducir los molestos ruidos del tráfico, son las llamadas Quiet Streets o ‘calles tranquilas’, en las que los peatones pueden usar la carretera para caminar o ir en bici, mientras que la circulación con vehículos a motor estará reservada sólo para residentes.
Todo parece indicar que el futuro será más silencioso de lo que venían avisando las películas de ciencia ficción. Y si llegamos a conocer los coches voladores, no queda duda que funcionarán sin emitir gases contaminantes, y serán tan silenciosos como sea posible. Ya conoces el dicho: la salud es lo primero.