Principales causas de la deforestación y cómo puedes detenerla con estos pequeños gestos
Compartir
La deforestación es un problema medioambiental evidente. La pérdida de los bosques y de las selvas tropicales alrededor del planeta supone un perjuicio directo para la biodiversidad en los diferentes ecosistemas naturales terrestres. Por otra parte, la reducción del número de árboles y otras plantas a nivel global hace que se merme su capacidad de absorción de gases como el dióxido de carbono u otros gases de efecto invernadero, haciendo la atmósfera cada vez más irrespirable. Pero, si bien la deforestación es fácilmente percibida como un problema por la mayor parte de las sociedades, lo que quizá no es tan fácil de ver es la gravedad real de este problema. Tampoco es fácil atisbar las conexiones que la deforestación mantiene con pequeños actos que realizamos a diario dentro del desarrollo de nuestra vida cotidiana. Es por eso que hoy queremos adentrarnos en el problema mundial de la deforestación, para poder tomarle el pulso a este mal, concienciarnos sobre él y tratar de ponerle remedio. A continuación, intentaremos componer una imagen de la situación actual del problema y del elevado ritmo al que se están deforestando algunos de los bosques del planeta. Nos detendremos en las principales causas que fomentan la pérdida de las grandes masas de árboles y otros tipos de vegetación. También entraremos a valorar las consecuencias y efectos de la deforestación. Por último, veremos una serie de hábitos que podemos modificar en nuestro día a día, de cara a reducir el impacto negativo que nuestras actividades tienen sobre los bosques.
El problema de la deforestación en números
Nada mejor que los datos en crudo para reflejar la gravedad actual del problema de la deforestación. Hoy en día, la superficie terrestre mundial que representan los bosques y las selvas se reduce a algo menos de un tercio del total. Según datos del informe de 2018 El Estado de los Bosques del Mundo, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura – FAO, solo en los últimos 25 años (exactamente entre 1990 y 2015) se perdió el 1 % de todos los territorios forestales, pasando de un 31,6 % a un 30,6 % el porcentaje del total de superficie terrestre cubierta por bosques.
Gracias a los avances tecnológicos acometidos en los últimos años, hoy en día es posible monitorizar casi en tiempo real el estado de las grandes masas verdes que aún quedan en el planeta. Instituciones como Global Forest Watch, ponen a nuestra disposición mapas interactivos que nos permiten hacernos una idea aproximada de la deforestación que han sufrido las diferentes zonas boscosas del planeta y sus principales causas. Así, podemos saber que tan solo en el año 2017 el mundo perdió 15,8 millones de hectáreas de bosques. El año anterior, en 2016, la cifra fue de casi el doble: 29,7 millones de hectáreas fueron arrasadas.
Latinoamérica, los bosques tropicales del Sudeste Asiático y la zona del Gran Bosque del Norte (los bosques boreales de las zonas más septentrionales de países como Canadá, Rusia, EEUU, Suecia o Finlandia) son las zonas calientes de la deforestación sobre el mapa del mundo. Pero, ¿por qué se están deforestando nuestros bosques en estas y otras zonas del planeta?
Causas de la deforestación
La deforestación puede ser producida tanto por motivos naturales como por efectos relacionados con la actividad de los seres humanos, esto es, por causas antrópicas. Como era previsible, las causas humanas son las que más incrementan el problema de la destrucción de masas forestales. Entre las principales causas de la deforestación podríamos incluir las siguientes:
La tala de árboles para la obtención de madera, papel y otros derivados de la madera. En este sentido, la industria papelera se lleva la palma. Si pensamos en el número de seres humanos que habitamos el planeta, unos 7.300 millones aproximadamente, y en el consumo aproximado que podemos hacer de manera conjunta de un producto tan básico como el papel higiénico, podríamos decir que estamos tirando, casi literalmente, nuestros bosques por el retrete.
La fabricación de papel de oficina, de otros productos elaborados a partir de pasta de celulosa o de objetos realizados directamente con madera (muebles, elementos de construcción, instrumentos musicales, embarcaciones…), también contribuyen a agravar el problema. Si bien muchos bosques se explotan de manera sostenible, llevando a cabo programas de replantación de árboles, en muchas zonas la tala se realiza de manera deliberadamente descontrolada, para poder satisfacer los intereses económicos de empresas privadas y gobiernos.
La eliminación de los bosques para dar otro uso a los terrenos. La ganadería intensiva itinerante, los monocultivos agrícolas o las explotaciones mineras a gran escala necesitan de grandes áreas de superficie para llevar a cabo sus respectivas actividades. Estas actividades se realizan a menudo en zonas geográficas pertenecientes a países con legislaciones laxas en cuanto a la gestión y protección de los paisajes naturales, o directamente en zonas de conflicto. Esto hace que sea fácil poner los intereses económicos de unos pocos por encima del interés global de frenar la deforestación. Así, la quema y tala de bosques para cultivar soja, maíz y otros alimentos para el ganado, o para dedicar al sobrepastoreo, son una de las principales lacras que alimentan la deforestación en América Latina, en países como Perú, Honduras, Colombia o Brasil. En Indonesia y Malasia, por su parte, el cultivo de palma para la extracción de aceite es la mayor amenaza para los bosques tropicales de la zona. Una amenaza de la que se nutren las grandes empresas de alimentación y cosméticos o los productores de carburantes de origen vegetal. En África Central, la extracción de minerales como el oro o el coltán, muy demandados por la industria tecnológica, son una de las principales causas de destrucción de los bosques de la zona. La extracción de maderas exóticas es la otra gran amenaza para los bosques africanos.
Incumplimiento o inexistencia de medidas de protección de los bosques. Como ya mencionábamos más arriba, la deforestación originada por talas sin control, bien para extraer madera o para reutilizar los terrenos, se da a menudo en zonas en las que no existe una adecuada protección a los bosques. De esto se aprovechan algunas empresas y gobiernos. Para evitarlo, es necesario que se desarrollen marcos legales y programas gubernamentales que apoyen la protección de los bosques. Y que también trabajen para concienciar a la población sobre estos problemas y lleven a cabo proyectos de recuperación y preparación de las zonas dañadas.
El crecimiento urbano. Aunque podamos tener la imagen de que las ciudades son las principales culpables de “ganarle terreno” a los bosques, esto no es del todo cierto. La urbanización del suelo tiene parte de culpa de la deforestación, pero nada que ver con las tasas de deforestación relacionadas con actividades como la silvicultura descontrolada o la agricultura y la ganadería intensivas. En este sentido, según un estudio conjunto desarrollado por World Resources Institute, el Consorcio de Sostenibilidad y la Universidad de Maryland, tan solo el 1 % de la deforestación mundial producida entre 2001 y 2015 puede ser achacada a los procesos de expansión de las ciudades. Aun así y con todo, ese 1 % también ha de ser tenido en cuenta.
El cambio climático. El cambio climático es causa y, como veremos después, también es consecuencia de la deforestación. La elevación global de las temperaturas hace que las masas boscosas sean más sensibles a sufrir incendios forestales, tormentas tropicales o lluvias torrenciales. Todos estos eventos contribuyen a la destrucción de los bosques y a la erosión de los suelos, lo que hace que la regeneración de las zonas verdes sea más lenta y complicada.
Los incendios forestales. Bien debidos a causas naturales, como rayos; o a causas humanas: incendios provocados, fuegos accidentales originados por descuidos o por la presencia de desechos en los bosques, etc.
La acción de plagas y enfermedades. Otra de las grandes causas naturales que pueden estar detrás de la deforestación es la que tiene que ver con las afecciones propias de los árboles y las plantas, como diferentes enfermedades o plagas que pudieran sufrir. Un ejemplo de ello es la destrucción de bosques originada por el escarabajo dendroctonus en Norte América.
Consecuencias de la deforestación
Si múltiples y variadas son las causas de la deforestación, no lo son menos las consecuencias de la destrucción de los bosques. Entre los problemas más comunes que conlleva la desaparición de las masas boscosas, los principales serían:
La destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad. Se calcula que en torno al 70 % de las especies de animales y plantas del mundo viven en los bosques y selvas tropicales de todo el planeta. Por ello, la desaparición de los bosques conlleva un severo peaje para la biodiversidad, incluyendo la extinción de especies de animales, plantas y otros seres vivos y el consiguiente desequilibrio medioambiental. Pensemos que los bosques no son solo conjuntos de árboles, sino que son todo un sistema natural que se mantiene en equilibrio por la acción de animales, árboles, otras plantas, hongos, musgos, líquenes, etc.
Disminución de la capacidad de absorción de CO2 del planeta. Además de ser hábitats para millones de seres vivos, los bosques cumplen también una función fundamental para el desarrollo de la vida en el planeta. Y es que durante la fotosíntesis, las plantas son capaces de absorber CO2 de la atmósfera y transformarla en oxígeno. Así, las plantas son fundamentales para la respiración de los animales y de la gran mayoría del resto de seres vivos del planeta. Por otra parte, el CO2 es el principal gas de efecto invernadero presente en la atmósfera, por lo que la desaparición de los bosques favorece el cambio climático y el calentamiento global. Como decíamos anteriormente, deforestación y cambio climático son a su vez, causa y efecto el uno del otro.
Pérdida de calidad y erosión de los suelos. Los árboles no solo dan cobijo y soporte vital a animales y otros tipos de planta, sino que también influyen de manera directa en los ciclos hidrológicos, captando grandes cantidades de agua. Esta función repercute también sobre la calidad de los suelos, permitiendo que estos sean compactos y que las tierras sean productivas. La pérdida de masa arbórea hace que los suelos se erosionen con mayor facilidad y que los nutrientes sean arrastrados por las corrientes de agua. A la larga, los procesos de deforestación pueden llegar a ser prácticamente irreversibles, dañando la tierra de tal manera que quede inservible para otros usos. La pérdida de los bosques contribuye así a la desertificación de los territorios.
Daños económicos y sociales. La pérdida de los bosques no solo perjudica a animales y plantas. También los seres humanos nos vemos perjudicados. Una explotación sostenible de los recursos que ofrecen los bosques es la forma de vida de cientos de miles de personas en todo el mundo. La mala gestión de estos recursos puede conducir a su extinción. Con ello, las poblaciones que viven de los bosques se ven obligadas a migrar a otros lugares en busca de su medio de sustento. Si pensamos en las poblaciones indígenas que aún habitan algunas de las zonas del planeta, la pérdida cultural, atropológica y social que supone la deforestación toma la dimensión de un auténtico drama humano.
¿Cómo frenar la deforestación? Pequeños gestos cotidianos para ayudar a reducirla
El ritmo de deforestación actual hace que el problema tenga ya una dimensión global, por lo que es necesario que gobiernos y empresas privadas lleguen a acuerdos a gran escala y que se tomen medidas urgentes para hacerle frente. Sin embargo, cada uno de nosotros, como parte de las cadenas de consumo, tenemos un cierto grado de responsabilidad individual sobre el problema de la deforestación. Pero esto también quiere decir que parte de la solución a la desaparición de los bosques está a nuestro alcance. Con solo modificar algunos hábitos de consumo en nuestra vida diaria podemos contribuir a minimizar el impacto de nuestras acciones y su influencia en la deforestación de los bosques. Algunas de las cosas que podemos hacer en este sentido serían:
Optimizar y reducir nuestro consumo de productos de papel, recurriendo a ellos solo cuando sea estrictamente necesario y primando el uso de productos reciclados.
Consumir únicamente productos de madera con certificados de sostenibilidad, como los certificados FSC o PEFC, que garantizan que la madera proviene de zonas que gestionan de manera correcta y sostenible sus bosques. También es interesante priorizar el uso de maderas locales, evitando el consumo de maderas exóticas procedentes de orígenes inciertos o poco fiables.
Reducir nuestro consumo de productos de origen animal. Gran parte de la deforestación se debe a la tala de bosques para dedicar los terrenos a la ganadería intensiva y a monocultivos expansivos para sostener las explotaciones ganaderas. Reduciendo nuestro consumo de carne, huevos, lácteos y otros productos no alimentarios como el cuero, contribuimos a frenar la deforestación. El consumo de productos animales certificados como ecológicos y de producción local también ayudará a reducir el problema.
Evitar el consumo de productos que empleen el aceite de palma en su composición. Podemos encontrar el aceite de palma en una multitud de productos de consumo diario. El uso más habitual es como ingrediente de la comida altamente procesada, lo que conocemos como “comida basura”. Pero también se emplea en la producción de biodiesel, en la elaboración de cosméticos o en la preparación de detergentes. Así, reduciendo nuestro consumo de estos productos, también minimizamos algunas de las causas de la deforestación.
Uso del transporte público o de formas de transporte colaborativo. Como señalábamos en el punto anterior, la producción de combustible a partir de aceite de palma hace que la industria del transporte y la automoción también estén entre las causantes de la destrucción de los bosques. Pero además, la fabricación de neumáticos para la industria de la automoción conlleva el uso de caucho, que en muchas ocasiones procede de monocultivos creados a partir de la tala indiscriminada de bosques. Minimizando nuestro uso del automóvil y utilizando neumáticos de larga duración también ayudamos a proteger nuestros bosques.
Evitar el consumismo tecnológico. La minería a gran escala para obtener metales raros destinados a la industria tecnológica es otra de las grandes causas de la deforestación, un problema que perjudica especialmente al continente africano, originando además numerosos conflictos armados. Reducir nuestro consumo de dispositivos tecnológicos y tratar de evitar la obsolescencia programada es otra buena manera de cuidar los bosques tropicales y de no financiar las guerras en estos países.
– Reducir el consumo de productos como el café o el chocolate. Como en el resto de casos anteriores, estos productos proceden a menudo de monocultivos llevados a cabos en terrenos robados al bosque. Reducir el consumo de café o de productos derivados del cacao servirá, por tanto, para contribuir a la permanencia de los bosques. Además, siempre es mejor priorizar el consumo de productos cuyo origen sea local y/o ecológico, producidos de forma respetuosa con los bosques y con el resto del medio ambiente.
Como hemos visto, la deforestación es un problema medioambiental que afecta al planeta y a los seres vivos que lo habitamos en múltiples dimensiones. Sus causas son complejas y variadas, y así lo son también sus consecuencias. Conociendo un poco mejor estas causas y efectos de la pérdida de los bosques, podremos concienciarnos sobre la magnitud de la amenaza ambiental que esta supone y nos servirá para mentalizarnos acerca de la necesidad de buscar soluciones urgentes.
La pizza es un alimento universalmente amado. Ya sea que optes por una clásica margarita,…
17 enero, 2024
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar tu accesibilidad, personalizar, analizar tu navegación, así como para mostrar publicidad y anuncios basados en tus intereses.