Como bien sabemos, la contaminación por plásticos y microplásticos es uno de los principales problemas medioambientales a los que debemos hacer frente, no tardando mucho, durante este siglo XXI. Nuestra capacidad para atajar o buscar soluciones a este tipo de contaminación, y al cambio climático producido por el calentamiento global, serán claves que marcarán el futuro del planeta a corto y medio plazo. Por ello, ciudadanos, investigadores, instituciones y gobiernos, buscan posibles soluciones (más o menos acertadas) a estos problemas. Una de las líneas de investigación más prometedoras para acabar con la producción de plástico y con el problema de generación de residuos asociado a esta producción, es el de la elaboración de bioplásticos. Sin embargo y hasta la fecha, estos bioplásticos tan solo han propuesto una solución parcial al problema, dejando abiertas demasiadas incógnitas como para poder ser considerados una alternativa real a los materiales plásticos convencionales. Hoy intentaremos acercarnos al mundo de los bioplásticos, conoceremos cuáles son las principales ventajas que ofrecen respecto a los materiales plásticos tradicionales, los nuevos problemas de sostenibilidad que plantea la producción de estos materiales y la gestión de sus residuos, y las investigaciones más esperanzadoras de cara a producir bioplásticos biodegradables y realmente sostenibles.
La capacidad de producir plástico sintético de forma industrial es uno de los hitos tecnológicos que más ha condicionado el devenir de la humanidad durante el siglo XX. Según datos de National Geographic, la producción global de plásticos desde la década de 1950 hasta nuestros días superaría los 9500 millones de toneladas. De todo este plástico, la mayor parte termina siendo desechada directamente en el medio natural, sin ningún tipo de control ni procesamiento. Así, cada año terminan en los océanos unos 8 millones de toneladas de plástico. La contaminación producida por estos residuos plásticos supone un grave problema para los ecosistemas, para los animales, plantas y otros seres vivos que los habitan y, evidentemente, para la salud de los propios seres humanos.
Los bioplásticos suponen una alternativa a la producción del plástico convencional pero, como vamos a ver, no se trata de una alternativa realmente sostenible. Los bioplásticos son plásticos fabricados con polímeros obtenidos a partir de materias primas naturales, principalmente plantas y bacterias. De esta manera, los bioplásticos suponen una nueva manera de producir materiales plásticos sin tener que depender de los combustibles fósiles necesarios para la elaboración de plásticos sintéticos, siendo el petróleo y el gas natural los recursos más empleados a tal fin. Así, la principal ventaja ecológica que aportan los bioplásticos es la de no contribuir a las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero de la que es responsable la industria de la obtención y procesamiento de esos combustibles fósiles. Y aquí acaban prácticamente las buenas noticias respecto a la sostenibilidad actual de la producción de bioplásticos.
Aunque los bioplásticos permiten la producción de materiales plásticos a partir de materia natural y sin la necesidad de emplear petróleo o derivados, lo cierto es que actualmente la producción de bioplásticos está muy lejos de ser ecológica y sostenible. Esto es así porque la mayoría de bioplásticos que se producen hoy en día siguen siendo contaminantes, no son biodegradables y consumen una gran cantidad de recursos naturales para ser producidos.
En la producción de bioplásticos se sustituye la utilización del petróleo o de otros combustibles fósiles por materias de origen vegetal o por el uso de algunos tipos concretos de bacterias. Así, para la producción de bioplásticos se emplea de forma mayoritaria almidón fermentado que se extrae del maíz, de la patata o de la caña de azúcar. En algunos casos, también se emplean algas como materia prima. Esto implica que para producir estas materias primas sea necesario dedicar una gran cantidad de recursos naturales, principalmente tierras de cultivo fértiles y agua dulce para el riego. Por otra parte, este tipo de cultivos suelen ser monocultivos extensivos, por lo que se somete al suelo a una extracción constante de nutrientes, se produce la deforestación de zonas naturales para ser dedicadas a estos cultivos, se contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero con una forma de agricultura industrializada y se contamina el medio terrestre y el agua con el uso de fertilizantes y otros químicos.
Por otra parte, la mayor parte de los bioplásticos se producen a partir de dos polímeros, producidos a su vez a partir de plantas u otras materias de origen natural. Estos polímeros serían el polihidroxialcanoato (PHA) y, mayoritariamente, el ácido poliláctico (PLA). Una vez generados estos polímeros y empleados para hacer diferentes materiales bioplásticos, estos se comportan de forma muy similar a los plásticos de origen sintético convencionales, pudiendo ser igual o más contaminantes que ellos en determinadas circunstancias. Estos bioplásticos son compostables mediante procesos de compostaje industrial, ya que requieren de unas condiciones específicas, sobre todo de temperatura, para que los microorganismos puedan degradar estos materiales. Es decir, requieren de un procesado de residuos similar al de los plásticos convencionales para su reciclaje o eliminación: no son biodegradables de por sí en el medio natural. Y esto supone un problema en varios niveles. Primero, porque si se desechan de forma descontrolada resultan igualmente contaminantes para el medio ambiente, degradándose en microplásticos y extendiéndose por todo el planeta. Con el agravante de que al emplear polímeros de carácter ácido, estos desechos a menudo modifican el nivel de PH del medio al que se vierten, suponiendo una grave amenaza añadida para los ecosistemas. Y segundo, porque es muy habitual que los consumidores crean erróneamente que los bioplásticos son biodegradables y, como consecuencia, no los desechen de manera adecuada para su correcto reciclaje. En este último caso, el uso de bioplásticos se convertiría en una práctica de greenwashing absolutamente contraproducente, algo sobre lo que ya alertó un informe de Naciones Unidas en el año 2015.
Si a esto sumamos que el reciclaje de los bioplásticos supone un proceso complejo que la mayor parte de plantas de reciclado del mundo no está en condiciones de asumir, o que los cultivos de vegetales para la producción de bioplásticos se hace en muchos países a costa de dejar de usar tierras fértiles para la producción de alimentos, la producción y utilización de bioplásticos queda en entredicho, no ya desde un punto de vista de la ecología y la sostenibilidad, sino atendiendo a la ética más básica.
Como vemos, el uso de bioplásticos no es una alternativa ecológica ni sostenible real a la producción de plásticos convencionales, al menos en la actualidad. Sin embargo, las últimas investigaciones en este campo abren un camino para la esperanza. Es el caso de la empresa catalana Venvirotech, que ha comenzado a fabricar bioplástico polihidroxialcanoato a partir de residuos de origen orgánico y biodegradable de forma natural en entre 3 semanas y 6 meses. Y sobre todo de la investigación sobre bioplásticos llevada a cabo por dos científicos de la Universidad de Tel Aviv y publicada en la revista científica Bioresource Technology. Se trata del doctor de la Escuela de Ciencias Ambientales y de la Tierra, Alexander Golberg, y del profesor de la Escuela de Química, Michael Gozin, quienes han conseguido sintetizar polihidroxialcanoato sin necesidad de emplear tierra ni agua dulce como recursos naturales. Para ello, han utilizado un microorganismo, la Haloferax mediterranei, que es capaz de producir el polihidroxialcanoato alimentándose a base de algas marinas multicelulares.
Aún es pronto para saber si la producción de bioplásticos es el camino definitivo hacia un mundo menos contaminado por este tipo de residuos y más sostenible. De momento y desde el ámbito individual, deberemos seguir trabajando por aplicar las 3 erres del reciclaje: reducir, reutilizar y reciclar, para intentar minimizar el impacto ambiental de los residuos plásticos.
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