¿Sabemos lo que comemos? A poco observadores que seamos, seguro que nos hemos fijado alguna vez en todos esos aditivos alimentarios que se cuelan en la lista de ingredientes de las comidas y de las bebidas que consumimos. Casi siempre suelen tener nombres poco reconocibles para la mayoría de las personas, que van acompañados de una E, un guion y un número, normalmente de 3 o 4 cifras. ¿Qué son y para qué sirven este tipo de ingredientes? ¿Qué función cumplen en nuestra alimentación? ¿Cómo afectan a nuestra salud? Para responder a estas y a otras preguntas, hoy vamos a hablar sobre los aditivos alimentarios, compuestos que ingerimos todos los días y que ya forman parte de nuestra dieta habitual. Intentaremos arrojar algo de luz sobre qué son estos aditivos y para qué se utilizan en la industria alimentaria. También veremos cuáles son los principales tipos de aditivos alimentarios con los que podemos encontrarnos y cuáles son las ventajas y las desventajas que conlleva su uso. Por último, aprenderemos a identificarlos para que esta información nos ayude en el momento de llenar nuestra cesta de la compra.
¿Qué son los aditivos alimentarios?
Los aditivos alimentarios son componentes que no se encuentran en los alimentos de manera natural y que se añaden a las comidas y bebidas con el objetivo de modificar una o varias de sus características. Estos aditivos alimentarios pueden tener un origen natural, si son extraídos de plantas, animales o minerales, o pueden ser productos sintetizados artificialmente. La utilización de los aditivos alimentarios puede buscar diferentes tipos de objetivos, como mantener las propiedades de los alimentos a los que se añaden durante más tiempo, conservar su inocuidad, aumentar su sabor y aroma, modificar su color, etc. Con base en la función que cumplen los diferentes tipos de aditivos alimentarios, así se establece su clasificación y tipología.
¿Cuántos tipos de aditivos alimentarios hay?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) son los organismos de los que depende el estudio, clasificación y regulación del uso de los diferentes aditivos alimentarios. Este trabajo lo realizan a través de un grupo internacional de científicos que constituye el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA) y de la Comisión del Codex Alimentarius, un órgano en el que colaboran diferentes gobiernos y que también depende de la FAO y la OMS. Estos organismos diferencian en tres grandes categorías de aditivos alimentarios según la función que estos desempeñan: aromatizantes, preparaciones de enzimas y otros aditivos. Sin embargo, la cantidad de aditivos alimentarios que podemos encontrar en la actualidad es tan amplia y es tan heterogéneo su uso, que podemos establecer una clasificación mucho más exhaustiva. Pensemos que prácticamente cualquier cosa que se añada a un alimento puede considerarse un aditivo alimentario, siempre que cumpla una función específica para satisfacer una necesidad tecnológica surgida durante la elaboración de los alimentos. Así, la lista de aditivos alimentarios abarcaría desde los aditivos más sencillos y corrientes, usados por la humanidad durante miles de años, como la sal empleada para conservar carnes y pescados, los aceites, las especias, etc.; hasta compuestos mucho más modernos sintetizados en laboratorios. Así pues, una clasificación pormenorizada de cada aditivo alimentario posible resultaría extremadamente extensa y heterogénea, pero sí podemos establecer algunas categorías generales para clasificar los tipos de aditivos alimentarios más comunes en cuanto a su función.
¿Cuáles son los principales tipos de aditivos alimentarios?
Los principales tipos de aditivos alimentarios que podríamos diferenciar en la actualidad entre los utilizados por la industria de la alimentación serían, atendiendo a las funciones que desempeñan y al uso que se hace de ellos, los siguientes:
- Acidulantes. Se utilizan para modificar los niveles de acidez de un alimento o para modificar su sabor. Ejemplos: el sulfato sódico (E 514), el sulfato el potásico (E 515 I), el sulfato ácido de potasio (E 515 II), el sulfato cálcico (E 516), el sulfato amónico (E 517), etc.
- Agentes de carga. Se emplean para aumentar el volumen de los alimentos y modificar su textura sin que ello suponga necesariamente un aumento calórico. Ejemplos: el eritritol (E-968), la lizosima (E-1105), la polidextrosa (E-1200), el adipato dialmidón acetilado (E-1422), el hidroxipropil almidón (E-1440), etc.
- Almidones modificados. Se emplean como espesantes, aglutinantes, emulgentes y estabilizadores. Ejemplos: el almidón ácido (E-1401), el almidón alcalino modificado (E1402) o el fosfato monoalmidón.
- Antiespumantes. Se usan para evitar la formación de espumas en los alimentos, principalmente en la elaboración de productos a partir de frutas y verduras, como caldos, zumos o confituras. Ejemplos: el dimetilpolisiloxano (E-900) o el polietilenglicol (E-1521).
- Antioxidantes. Se utilizan para reducir el efecto de la oxidación de los alimentos por el contacto con el aire y la acción de radicales libres. Pueden basar su función en el potenciamiento de las propiedades antioxidantes de los alimentos o en su acción contra los agentes oxidantes. Ejemplos: el disulfito de sodio (E-223) o el ácido ascórbico (E-300).
- Aromatizantes. Sirven para potenciar el aroma y el sabor propios del alimento o para aportarle otros diferentes. Ejemplos: el monopropilenglicol (E-1520) o el alcohol bencílico (E-1519).
- Colorantes. Se utilizan para devolver a los alimentos el color que han perdido durante los procesos de elaboración, para mejorar su aspecto o para modificar su color natural. Ejemplos: las xantofilas (E-161), el dióxido de titanio (E-171) o la eritrosina (E-127).
- Conservantes. Se emplean para alargar la vida útil de los alimentos y garantizar su inocuidad, reduciendo el efecto degradador de los microorganismos. Ejemplos: el hidroxilo propilo (E-216), el difenilo (E-230) o el ácido bórico (E-240).
- Edulcorantes. Se usan, principalmente, para sustituir al azúcar como generador del sabor dulce en alimentos en los que se quiere mantener un índice calórico bajo o en alimentos específicos para diabéticos. Ejemplos: el sorbitol (E-420) o el manitol (E-421).
- Emulgentes o emulsionantes. Sirven para propiciar la mezcla de dos o más alimentos que son difíciles de mezclar entre sí. Ejemplos: los lacilatos sódicos (E-481) o las lecitinas (E-322).
- Endurecedores. Son sustancias empleadas para modificar la textura de los alimentos, como por ejemplo para endurecer los tejidos de frutas de verduras y mejorar su tacto al ser consumidas. Ejemplos: el cloruro de calcio (E-509) o el citrato monocálcico (E-333 I).
- Espesantes. Se emplean para modificar la textura natural de los alimentos proporcionándoles una mayor densidad. Ejemplos: la goma xantana (E-415) o el alginato de sodio (E-401).
- Estabilizantes. Alteran la textura y composición de los alimentos para favorecer diferentes sensaciones al tacto en comidas y bebidas. Ejemplos: el agar-agar (E-406) o el ácido algínico (E-400).
- Gasificantes. Son sustancias que desprenden gases, por lo que se utilizan para aumentar el volumen de determinados alimentos o para gasificar bebidas. Ejemplos: los carbonatos sódicos (E-500), los carbonatos potásicos (E-501) o el fosfato ácido de sodio y aluminio (E-541 I).
- Gelificantes. Modifican la textura de un alimento mediante la formación de texturas de tipo gel. Ejemplos: los carragenanos (E-407) o el glucomanano de konjac (E-425 II).
- Humectantes. Se utilizan para evitar la sequedad de los alimentos o para favorecer las disoluciones en medio acuosos. Ejemplos: el sorbitol (E-420 I) o el glicerol (E-422).
- Potenciadores del sabor. Sirven para incrementar la percepción de sabor de un alimento sin modificarlo aportando un sabor externo. Ejemplos: el cloruro de potasio (E- 508), el glutamato monosódico (E-621) o los ribonucleótidos de calcio (E-634).
- Preparaciones de enzimas. Son sustancias que aprovechan las propiedades catalizadoras de las enzimas para favorecer los procesos bioquímicos necesarios para elaborar algunos alimentos. Por ello, no tienen por qué presentarse como parte de los ingredientes que componen el producto final. Se utilizan en la elaboración de productos de confitería y repostaría, productos fermentados, frutas, etc. Ejemplos: la bromelina (E-1101 III) o las peptidasas (E-1101).
- Secuestrantes. Son sustancias utilizadas para eliminar de forma selectiva determinados iones presentes en los alimentos con diferentes fines, principalmente para conseguir efectos antioxidantes. Ejemplos: el etilen diamino de calcio y sodio (E-385) o el propio ácido ascórbico (E-300).
- Soportes de aditivos. Son sustancias, generalmente líquidas, que se utilizan como disolventes en los que diluir otros aditivos alimentarios. Ejemplos: la cera de abejas (E-901), el maltitol (E-965 I), el lactitol (E-966) o el propilenglicol (E-1520).
¿Son seguros los aditivos alimentarios que consuminos?
El Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA) y de la Comisión del Codex Alimentarius, ambas entidades dependientes de la FAO y de la OMS, son los organismos encargados de velar por la seguridad de los aditivos alimentarios que se encuentran en los alimentos que consumimos.
El Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA) se encarga de analizar y someter a diferentes pruebas científicas los diferentes aditivos alimentarios para valorar su inocuidad y, por tanto, su aptitud o no para ser comercializado con fines alimentarios. Si el comité da el visto bueno a un determinado aditivo, entonces la Comisión del Codex Alimentarius se encarga de determinar la cantidad máxima que puede utilizarse de este aditivo en cada alimento en concreto.
Atendiendo a los informes elaborados por ambas entidades, los diferentes gobiernos deben elaborar el marco legal que regule y autorice o prohíba la utilización de cada uno de los aditivos alimentarios sometidos a evaluación.
Ventajas de utilizar aditivos alimentarios
Como hemos visto, la utilización de ciertos aditivos alimentarios nos permite modificar las características de los alimentos. Así puede lograrse que estos duren más tiempo y conserven mejor sus propiedades, puede mejorarse su aspecto, aroma y sabor y también pueden desarrollarse procesos de elaboración de los alimentos más eficientes desde un punto de vista económico. Así, las principales ventajas del uso de aditivos alimentarios serían estas:
- Conservan las propiedades de los alimentos prolongando el tiempo en que estos se mantienen en condiciones aptas para el consumo.
- Aseguran la inocuidad de los alimentos, evitando que puedan aparecer enfermedades alimentarias por la formación de toxinas o por el efecto de mohos, levaduras, hongos o bacterias.
- Ayudan a mantener los valores nutricionales de los alimentos.
- Mejoran el aspecto estético de algunos alimentos, haciéndolos más atractivos para el consumo.
- Mejoran el sabor, aroma y textura de ciertos alimentos.
- Permiten el desarrollo de procesos de elaboración más económicos.
Desventajas de la utilización de aditivos alimentarios
Sin embargo, el uso de aditivos alimentarios también puede conllevar aspectos negativos. La evaluación a la que se somete a los aditivos alimentarios es un proceso continuado y, según se avanza en las investigaciones, siempre pueden aparecer efectos no deseados ligados al uso de diferentes aditivos. Sobre todo si tenemos en cuenta la aparición constante de nuevos aditivos alimentarios de origen sintético. En estos casos, sometiéndolos a evaluación podemos valorar sus efectos sobre la salud a corto plazo, pero su impacto a largo plazo aún no puede ser evaluado. Al margen de esto, los aditivos alimentarios también pueden tener otras desventajas derivadas de su mal uso durante la elaboración, envasado y etiquetado de los productos o del abuso en el consumo. Algunas de ellas podrían ser:
- Aparición de reacciones alérgicas.
- Contenido en gluten que puede ser perjudicial para consumidores con celiaquía.
- Posible toxicidad de algunos aditivos.
- Intolerancias a diferentes aditivos.
- Problemas de salud alimentaria como irritación intestinal, diarrea, hemorragias, trastornos en hígado y riñones, etc.
¿Cómo saber si un aditivo alimentario es peligroso?
La Unión Europea y los principales países del mundo obligan a los productores de alimentos elaborados o procesados a incluir la información sobre aditivos alimentarios en sus envases y etiquetas. Así, bastará con que localicemos el número E de cada aditivo y busquemos información sobre estos para ver si son seguros o no. En Internet podemos encontrar algunas listas que valoran la seguridad de la mayoría de aditivos más comunes basándose en datos extraídos de publicaciones científicas. Por ejemplo E-aditivos.com ofrece una guía práctica con información sobre los aditivos alimentarios más habituales, clasificándolos por su grado de peligrosidad o inocuidad para el consumo. Una información que también podemos consultar a través de su aplicación para móviles.
Muy interesante me ha servido para conocer un producto alimentario que contenia 30 productos aditivos con la letra Exxx.